Como siempre la modernización del estilo de vida está detrás de ello.
Desde el aire el río y sus orillas se ven como una enorme serpiente verde.
Ya abajo, lo primero que destaca es la gran perturbación causada por la mano del hombre: la presa de Assuán, una obra de ingeniería faraónica para controlar las crecidas anuales. Lo malo es que también impide el paso del fértil limo valle abajo.
Rebasada la presa entramos de lleno en el curso del rio donde la vida transcurre lentamente y bastante arraigada a sus modos de vida rurales.
Poblaciones de diferentes tamaños se suceden rio abajo entre las cuales los habitantes pastorean los rebaños de ganado y cultivan las orillas de la misma manera que lo hacían sus antepasados.
A medida que nos sumergimos en el paisaje y nos vamos fijando mejor vemos cómo poco a poco el desierto, bajo la atenta mirada de los templos, va ganando terreno hasta llegar en algunos puntos a la misma orilla.
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